Consumo de pornografía en adolescentes y pobre salud mental. Reporte de tres estudios de Suecia

Consumo de pornografía en adolescentes y pobre salud mental. Reporte de tres estudios de Suecia

Los hallazgos respecto al uso de pornografía entre adolescentes y sus implicaciones psicosociales son poco concluyentes. Estudios publicados (Peter y Valkenburg, 1995-2015) muestran que, si bien el consumo de pornografía es común entre adolescentes, las cifras varían considerablemente. Los adolescentes pueden estar expuestos a pornografía de forma no intencional (por accidente en internet), o buscarla intencionalmente, con una prevalencia que va del 19% en Estados Unidos entre adolescentes de edad temprana (10 a 12 años) hasta el 84% en adolescentes de edad tardía australianos (16 a 17 años). Estudios indican que la exposición y el uso intencional de pornografía pueden tener múltiples efectos en la salud men tal de los adolescentes, incluyendo alteraciones en la percepción de sus cuerpos y rendimiento sexual, aumento del riesgo de violencia de pareja y aislamiento social debido a patrones adictivos.

Las consecuencias del consumo de pornografía también se reflejan en la disminución de interacción social, baja autoestima y desarrollo de síntomas depresivos. Investigaciones han encontrado que los adolescentes que consumen pornografía frecuentemente reportan más problemas en sus relaciones sociales y mayor uso de sustancias; un alto consumo de pornografía puede predecir síntomas psicosomáticos en adolescentes, especialmente en circunstancias de vida desafiantes. La relación entre el consumo de pornografía y la salud mental sigue siendo incierta, con estudios que no logran establecer una causalidad clara.

La literatura sugiere una asociación predominante del consumo de pornografía con conductas sexuales de riesgo y agresión; pero menos estudios se han centrado en el bienestar psicosocial. Un estudio transversal en seis países europeos reveló que la exposición a pornografía es casi universal entre los adolescentes, asociada tanto con competencias como con problemas de comportamiento. Las investigaciones más recientes desafían la idea de que el uso de pornografía contribuya significativamente al malestar psicológico, especialmente en fases más tardías del desarrollo adolescente, aunque no se descarta completamente en fases más tempranas.

Finalmente, aunque los estudios son inconsistentes, resaltan la necesidad de un mayor entendimiento sobre cómo consumir pornografía afecta la salud mental de los adolescentes. Esto pudo ser evaluado en tres encuestas transversales repetidas en Suecia, que buscaron examinar la consistencia en la relación entre consumo de pornografía y salud mental, ofreciendo una nueva perspectiva sobre este tema en debate.

El estudio publicado por Svedin y colaboradores (2023) examinó la relación entre la observación de pornografía y la salud mental entre adolescentes suecos a lo largo de tres encuestas realizadas en 2004, 2009 y 2014, aplicadas a adolescentes del último año de bachillerato, con preguntas similares en cada aplicación, salvo algunas modificaciones, además de explorar variables de salud mental. Se observó una disminución en la proporción de adolescentes que han visto pornografía alguna vez, con un descenso más notable en chicas que en chicos, sin embargo, en aquellos que se reconocieron consumidores de pornografía, se encontró que su consumo era más frecuente.

El análisis mostró que, para los chicos, haber visto pornografía alguna vez se asoció con una disminución en las probabilidades de mala salud mental en 2009, mientras que tanto una baja como una alta frecuencia de consumo se relacionaron con un aumento de estas probabilidades en 2014. Ver pornografía “desviada” (sexo con violencia, con niños o con animales) también estuvo vinculado con un incremento en las probabilidades de mala salud mental en ambos años. Las variables de control, como tener una madre desempleada y padres controladores, incrementaron consistentemente el riesgo de mala salud mental, mientras que factores como el abuso sexual presentaron aumentos específicos en ciertos años.

Para las chicas, haber visto pornografía alguna vez incrementó significativamente el riesgo de mala salud mental en 2004 y 2014. Similar mente, una alta frecuencia de observación estuvo asociada con un aumento en el riesgo en 2014. Variables como no vivir con ambos padres, padres desempleados y antecedentes de abuso sexual también mostraron aumentos en las probabilidades de mala salud mental.

En resumen, ambos sexos mostraron patrones complejos en cómo la observación de pornografía y otros factores de vida influyen en su salud mental. Factores como el contexto familiar, abuso sexual y una conducta transgresora de reglas fueron relevantes en ambos grupos. Estos hallazgos subrayan la necesidad de considerar una variedad de factores al evaluar la salud mental de adolescentes y las influencias del consumo de pornografía.

El estudio utiliza tres encuestas escolares para aportar conocimiento sobre el consumo de pornografía en adolescentes y su asociación con problemas de salud mental. Es uno de los primeros estudios en usar tres encuestas diferentes con preguntas idénticas sobre el consumo de pornografía (alguna vez y frecuencia en el último año) y un conjunto de variables de control idénticas. Los principales hallazgos son:

  1. Primero: a pesar de una disminución en el consumo de pornografía alguna vez en la vida, especialmente en niñas, ha aumentado la proporción de adolescentes, principalmente varones (64% en 2014), que la consumen frecuentemente. Esta tendencia a la baja podría deberse a un grupo creciente de adolescentes que evitan activamente el consumo de pornografía o a las cambiantes definiciones de pornografía, donde la normalización de imágenes sexuales en la sociedad complica la distinción de contenido pornográfico de otros medios sexualizados en línea.
  2. Segundo: no se encontraron asociaciones consistentes entre el haber visto pornografía alguna vez o la frecuencia de su consumo y la salud mental pobre al controlar por factores de fondo. En la encuesta 2014, haber visto pornografía alguna vez aumentó el riesgo de salud mental pobre en niñas, mientras que en 2009 disminuyó este riesgo en varones. Se observó un patrón en forma de U en la relación entre la frecuencia de consumo del último año y la salud mental en varones, indicando un mayor riesgo tanto para consumidores muy frecuentes como para los que casi no consumen, comparado con quienes consumen moderadamente.
  3. Tercero: haber visto pornografía "desviada", que muestra violencia, niños y/o animales, se asoció significativamente con mala salud mental en cinco de seis análisis bivariantes, pero solo en tres análisis multivariantes. Esto sugiere que el contenido de la pornografía tiene implicaciones en la salud psicosocial.
  4. Cuarto: variables de fondo como las circunstancias familiares o experiencias traumáticas, como el abuso sexual, mostraron una asociación más consistente y fuerte con la mala salud mental. Esto sugiere que variables subyacentes podrían explicar mejor la relación entre pornografía y salud mental, siendo posibles predictores, mediadores o moderadores en esta relación.

Estos hallazgos indican que el consumo de pornografía en la adolescencia puede tener un impacto limitado en una pobre salud mental, necesitándose más investigación para desentrañar estas complejas interrelaciones.

Este estudio presenta varias fortalezas, como el uso de tres encuestas distintas que fortalecen la generalización de los resultados. Las preguntas idénticas sobre el consumo de pornografía y las variables de control a lo largo de los ciclos de encuestas mejoran la validez de los resultados, mientras que la utilización de procedimientos de muestreo casi idénticos y la inclusión del mismo grupo de edad en grandes muestras son puntos fuertes adicionales.

Sin embargo, el uso de diferentes cuestionarios para medir la salud mental es una limitación, ya que las diferencias en el número de preguntas y la falta de umbrales clínicos podrían afectar la validez de los resultados. El diseño transversal de los estudios solo permite reportar asociaciones y no explicar causalidad.

Se destaca la limitación de haber estudiado únicamente tres formas de pornografía "desviada" y no haber diferenciado entre el consumo intencional e involuntario. Además, se limitó a las variables de fondo comunes en las tres encuestas, omitiendo otras como el abuso físico.

Futuros estudios deberían considerar las modalidades específicas por las cuales los jóvenes consumen pornografía, como smartphones, dado que esto podría influir de maneras distintas en com paración con otros dispositivos. Es crucial reconocer que existen múltiples y complejas asociaciones con diversas circunstancias de vida que afectan la salud de los jóvenes. Se encontró que variables como las circunstancias familiares y el abuso sexual estaban más consistentemente vinculadas a la enfermedad mental que el consumo de pornografía. No obstante, el consumo de pornografía desviada se asoció más frecuentemente con mala salud mental, re saltando la importancia de considerar la situación de vida completa del adolescente al evaluar su salud mental.

Bibliografía
  • Svedin, C. G., Donevan, M., Bladh, M., Priebe, G., Fredlund, C., & Jonsson, L. S. (2023). Associations between adolescents watching pornography and poor mental health in three Swedish surveys. European child & adolescent psychiatry, 32(9), 1765–1780. https://doi. org/10.1007/s00787-022-01992-x