El consumo de sustancias (alcohol, tabaco u otras drogas) entre los adolescentes tiene consecuencias adversas para el desarrollo del cerebro, el rendimiento escolar, la salud mental y física, las relaciones interpersonales y la esperanza de vida. El uso de una sustancia aumenta el riesgo de usar otras y se relaciona con patrones de consumo más severos en la edad adulta. Los trastornos mentales, genéticos, de ambiente familiar y escolar, así como los factores de riesgo (edad de inicio en consumo de tabaco, depresión, entre otros) y los factores protectores (programas de prevención, religiosidad, actitudes positivas de los adolescentes hacia la escuela, participación proactiva, entre otras) son elementos esenciales para iniciar el consumo de un tipo específico de sustancias en la adolescencia o para desarrollar un Trastorno por Uso de Sustancias (TUS). Hasta la actualidad no se ha examinado simultáneamente cómo las tendencias en la edad de inicio del uso de cualquier sustancia y otros factores de riesgo/protección se asocian con las tendencias en el uso de sustancias y TUS entre los adolescentes estadounidenses.
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Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son una fuente de morbilidad y mortalidad significativa en la población; la detección y tratamiento tempranos pueden mejorar notablemente su desenlace. Existen factores individuales que generan diferencias en la percepción de necesidad de tratamiento, así como en la recepción de un diagnóstico y tratamiento adecuados; por este motivo es importante tomarlos en cuenta para modificar las diferencias en la atención que están presentes hasta el día de hoy.
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Se realizó un estudio para determinar la utilidad de la técnica Mindfulness en pacientes con Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG). Los hallazgos encontrados sugieren que el entrenamiento en meditación Mindfulness es una intervención poco costosa, poco estigmatizada y efectiva para disminuir los marcadores biológicos de reactividad al estrés y mejorar la resiliencia ante estresores en pacientes con TAG
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Aunque la empatía es crucial para las interacciones sociales exitosas, compartir excesivamente las emociones negativas de los demás puede ser desadaptativo y constituir una fuente de agotamiento. Para investigar la plasticidad neuronal funcional subyacente al aumento de la empatía y para utilizar una estrategia que contrarreste el desgaste emocional que genera la compasión, se entrenó un grupo de participantes primero en resonancia empática y posteriormente en compasión; después se comparó con un grupo control que se entrenó únicamente en resonancia empática, por medio de videos que muestran el sufrimiento humano. Se utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional con el fin de identificar qué estructuras neuronales se encontraban asociadas. Se concluyó que el entrenamiento en compasión puede reflejar una nueva estrategia de afrontamiento para superar la angustia empática y fortalecer la resiliencia.
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