Un tema de especial relevancia no sólo para la historia de la medicina sino también para la de las mentalidades, es el gran auge que ha tenido en los dos últimos decenios la fitofarmacología, cuyo impacto en el público ha sido considerable. En el momento en el que la farmacología (y dentro de ella, de manera especial, la psicofarmacología) había alcanzado un alto grado de desarrollo y selectividad respecto de sus mecanismos fisiológicos de acción, y que las grandes compañías transnacionales habían invertido cifras millonarias en la investigación y comercialización de nuevos productos químicos (los que gracias a eficientes campañas de mercadotecnia les reditúan, a su vez, dividendos astronómicos), he aquí que hicieron su aparición en el mercado farmacéutico productos naturales de uso tradicional en Occidente (o mejor aún en culturas que para éste resultan exóticas y pretendidamente poseedoras de una sabiduría que había permanecido oculta para la ciencia) a los que se anuncia como capaces de mostrar los efectos terapéuticos de aquellos pero carentes de sus múltiples y desagradables efectos secundarios.

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Resulta difícil o imposible separar los efectos terapéuticos de los efectos psicoactivos puesto que ambas propiedades son mediadas por el mismo mecanismo molecular, una alteración de la configuración molecular del receptor 7TM. En adición, el altamente lipofílico THC con sus metabolitos no psicoactivos y derivados sintéticos, interactúa con la bicapa lipídica de la membrana.

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La mayor parte de los impedimentos producidos por los trastornos psicóticos, especialmente en el caso de la esquizofrenia, se desarrolla durante el periodo prepsicótico, y por ende, es a partir de entonces cuando se debe intervenir. Sin embargo, sólo recientemente ha sido posible comprometer a la población para que reciba tratamiento durante esta fase.

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La mayoría de los parámetros biológicos y conductuales muestran una ritmicidad circádica, que se sincroniza con el ciclo luz-sombra. Los parámetros varían en el tiempo de aparición, y la explicación de este fenómento yace en un modelo multioscilatorio que involucra dos procesos endógenos básicos: un mediador circádico autosostenido y un control homeostásico del ciclo sueño-vigilia. Se cree que el ritmo circádico de la activación subjetiva es el resultado de la mezcla de ambos procesos.

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