El desarrollo de redes sociales ha permitido una mayor interacción social. El uso que se les da tiene efectos tanto positivos como negativos en la salud mental de las personas, lo cual depende de factores tales como habilidades sociales, autoestima, rasgos de personalidad y el uso que se le dé. Así, el avance tecnológico supone ser un arma de doble filo: por una parte, su uso problemático puede aumentar el malestar emocional y, por la otra, permite mayor facilidad en el establecimiento y mantenimiento de relaciones personales y puede reducir los sentimientos de soledad. En temas de salud mental se pueden usar para la concientización, identificación de personas vulnerables e información de los recursos de ayuda disponibles.

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Instagram es una de las plataformas preferidas por los jóvenes y se ha asociado con una disminución de la soledad y el aumento en el capital social. Sin embargo, también se han reportado efectos negativos en el estado emocional de los usuarios, tales como depresión, ansiedad, consumo excesivo de alcohol, decrementos en la autoestima y alteraciones en la conducta alimentaria. Entre los factores que median estos efectos se encuentran el uso que se le dé a la autoestima, al sentido de pertenencia y a la autopresentación. Esta información es valiosa para la implementación de campañas psicoeducativas y una identificación más eficiente de personas vulnerables.

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Las redes sociales han adquirido un fuerte poder sobre la forma en la que interactuamos. Entre sus efectos positivos se encuentran un aumento en el capital social, una mayor interacción cara a cara, una oportunidad para adquirir y practicar competencias sociales, el fortalecimiento de relaciones y un sentido de pertenencia mejorado. Sin embargo, también se han reportado consecuencias negativas, tales como un enajenamiento de familiares y compañeros, deficiencias en habilidades sociales, menor calidad de relaciones y un importante aislamiento percibido. La evidencia es contradictoria y puede ser explicada por factores disposicionales de desarrollo y sociales. Es necesario continuar investigando cómo las interacciones digitales influyen en la socialización para integrarlos en campañas de promoción de salud mental, así como para incorporar redes sociales como parte de las estrategias terapéuticas.

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El mundo digital cada vez está más entrelazado con el mundo presencial, ganando una mayor influencia sobre las conductas y actitudes de las personas, así como sobre la satisfacción con uno mismo y su vida. El impacto de las interacciones por redes sociales sobre el bienestar de las personas es equiparable al que tiene la convivencia física con otros, lo cual representa una ventana de oportunidad en el campo de la salud mental pues, entre otras cosas, maximiza el alcance de campañas psicoeducativas y facilita la interacción social como estrategia terapéutica. Sin embargo, es necesario considerar también los efectos adversos del uso problemático y dirigir esfuerzos para abordarlos.

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Las redes sociales son plataformas interactivas en las que los usuarios pueden compartir cada aspecto de su vida, siendo la relación que se tiene con la comida un tema recurrente. El tiempo que se pasa en el mundo digital, las comunidades virtuales y la información que se obtiene a través de estas herramientas aumentan el impacto que tienen sobre los hábitos de los consumidores. De este modo, abren la oportunidad de que sean utilizadas para el fomento de conductas saludables, aunque no se debe olvidar que también se pueden causar efectos dañinos si no son utilizadas responsablemente.

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