Los trastornos psicóticos son condiciones clínicas que suelen tener un curso crónico y complicado. Además, en la medida que aumenta la cronicidad sus respuestas a los tratamientos son más limitadas. Por ello se ha considerado que el identificarlos en etapas tempranas y el administrar tratamientos de manera oportuna puede cambiar el curso de estos padecimientos. En un estudio de seguimiento durante 10 años, un grupo de investigadores comparó la evolución a largo plazo de pacientes con un primer episodio de psicosis entre los casos detectados tempranamente y aquellos identificados de manera tardía. Sus resultados, si bien con ciertas limitaciones para generalizarse, nos dan información de gran utilidad y aplicación clínica.

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En este breve artículo publicado ya hace algún tiempo, dos psiquiatras con amplia experiencia en la enseñanza de la psicofarmacología hacen un recuento de los aspectos que habitualmente se dejan de lado en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Su objetivo es mejorar las habilidades de prescripción de los clínicos y evitar la comisión de errores por fallas en el aprendizaje. Abordan aspectos básicos como la certeza del diagnóstico, las dosis útiles y la duración de los tratamientos, pero también incluyen otros aspectos como el no generar expectativas falsas en los pacientes con respectos a los medicamentos y el establecimiento de una buena alianza terapéutica.

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Se reconoce que el efecto del ambiente sobre el desarrollo de algunas formas de patología mental tiene un impacto inclusive mayor al de la genética. A lo largo de los últimos años se ha ido avanzando en el conocimiento de cómo las experiencias personales, el estilo de vida y sobre todo las vivencias adversas durante la infancia modifican la estructura y la función de muchas áreas del cerebro. Estas alteraciones favorecen el desarrollo posterior de trastornos mentales en aquellos individuos con propensión genética. Estos hallazgos han dado lugar al desarrollo de lo que ahora se conoce como las neurociencias sociales. Esta es una excelente revisión del tema publicada en la revista Nature Neuroscience que nos permite conocer los hallazgos más importante en este campo.

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La esquizofrenia resistente al tratamiento es un problema importante al que muchos clínicos se enfrentan cotidianamente. La búsqueda de opciones farmacológicas que lo puedan resolver es un aspecto de gran importancia en el manejo de este trastorno mental. La clozapina se considera como el medicamento de elección en estos casos; sin embargo no da resultados en muchos pacientes. Esto lleva a la necesidad de efectuar combinaciones que potencialicen su efecto. En este artículo de revisión se hace una búsqueda de información para identificar si el combinar clozapina con aripiprazol puede generar una mejor respuesta.

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Si bien los efectos benéficos de las estatinas para las enfermedades cardiovasculares son claros, sus efectos sobre la generación de depresión se desconocen. Este grupo de fármacos ocupa el primer lugar a nivel mundial en cuanto al número de prescripciones. Es por ello importante identificar si su uso a largo plazo genera algún tipo de riesgo, como sería el caso de facilitar la aparición de trastornos emocionales. En este estudio se hizo un seguimiento de pacientes con problemas coronarios que estaban recibiendo diferentes tipos de estatinas y se evaluó periódicamente la presencia de sintomatología depresiva. Sus resultados mostraron que, más que favorecerlo, su uso se asoció a una reducción del riesgo de desarrollar depresión tanto en los análisis intermedios como en los del final del seguimiento. Además se encontró que entre los pacientes que no mostraban síntomas depresivos en las valoraciones iniciales, el uso de estatinas redujo en un 38% el riesgo de desarrollar depresión en el curso de los siguientes seis años de seguimiento.

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