Está comprobado que el estrés intenso o crónico genera daños al cerebro. Estos efectos, que son particularmente pronunciados en el hipocampo, incluyen atrofia neuronal y neurotoxicidad. Si bien se ha propuesto que estas alteraciones se producen por la presencia de niveles elevados de glucocorticoides, es factible que también participen otros mecanismos.

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Los trastornos del ánimo (depresión mayor [DM] y trastorno bipolar [TB] entre los principales), corresponden a un amplio espectro de trastornos cerebrales de causas diversas que, ahora se sabe, se expresan de acuerdo a aspectos tales como la vulnerabilidad genética, el impacto de estrés ambiental, la disfuncionalidad de los neurotransmisores, las alteraciones neuroplásticas y las alteraciones en la expresión de genes. No obstante, sus tratamientos (de uso aún en la actualidad) fueron descubiertos por casualidad y sus mecanismos de acción siguen sin ser claramente comprendidos. Por ello genera interés una reciente publicación que resume los conocimientos actuales sobre este tema y que propone cuál debe ser la dirección futura para mejorarlos.

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La proteína denominada interrumpida en la esquizofrenia 1 (DISC1) tiene diversas funciones en los procesos del neurodesarrollo. Tanto sus formas comunes como sus variantes frecuentes y esporádicas pueden influir en los fenotipos psiquiátricos, si bien todavía no es claro cómo se da la relación causa-efecto con la enfermedad. Dos trabajos recientemente publicados aportan información sobre este tema. El doctor Tsai y su grupo de colaboradores examinaron el significado funcional de tres variantes frecuentes de la mencionada proteína (R264Q, L607F y S704C), y de una variante esporádica (A83V) las cuales fueron identificadas a partir de un grupo de sujetos voluntarios y de otro de pacientes con diversos trastornos psiquiátricos.

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Para establecer estrategias de prevención del suicidio se requiere conocer la frecuencia y gravedad de esta conducta, así como de la identificación de sus factores de riesgo y de protección. La recolección de datos para sustentar estos objetivos deben emplear instrumentos de evaluación debidamente validados y confiables que permitan efectuar comparaciones tanto a nivel local como nacional e internacional. Los estudios enfocados a determinar los factores de riesgo para predecir la conducta suicida sugieren, en forma consistente, que la ideación suicida y la historia de intentos previos de suicidio son los elementos que predicen con más precisión a los nuevos intentos.

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En el trabajo aquí reseñado los autores valoraron la calidad metodológica de los ensayos clínicos controlados que incluyeron a la terapia cognitivo conductual como opción terapéutica para el manejo de la depresión mayor. Para ello aplicaron una escala de medición específicamente desarrollada con este fin, para determinar y comparar la calidad de las maniobras. Las comparaciones de esta modalidad terapéutica las hicieron con otros ensayos que utilizaron terapia psicodinámica. Su hipótesis fue que las terapias cognitivo conductuales tendrían, comparativamente, más calidad en su implementación para el logro de los resultados. Finalmente determinaron examinar la relación entre calidad y resultados globales de la intervención cognitiva para reducir las manifestaciones sintomáticas.

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