La comorbilidad, que se refiere a la coexistencia de dos trastornos mentales, es muy frecuente en la psicopatología infantil. El 23% de los niños entrevistados en servicios especializados tenían un solo diagnóstico, mientras que 77% tenía dos o más. Esto es de gran interés debido a que nos pone en alerta sobre su efecto durante el curso clínico y sobre el funcionamiento del menor. El tratamiento elegido, tanto farmacológico como psicosocial, depende en gran medida de la comorbilidad.

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El desarrollo posnatal normal se caracteriza por una sobreelaboración de procesos neurales seguido por una reducción gradual de la densidad sináptica hasta cerca de un 60% de los niveles máximos. En el ser humano, este proceso se completa alrededor de los 2 años en la corteza occipital, y en las áreas prefrontales y de asociación termina hasta la adolescencia. Esta sinaptogénesis se lleva a cabo de manera más o menos aleatoria durante el desarrollo, con la subsecuente eliminación selectiva de las conexiones más débiles basadas en la experiencia, y los factores endógenos. Este proceso se conoce como pruning o podado.

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El rol de la espiritualidad ha venido cobrando auge en las disciplinas encargadas del cuidado de la salud, y su papel esta comenzando a ser reconocido por los médicos y el público en general. La espiritualidad es aquella parte de la persona que busca un significado trascendente y un propósito en la vida; ésta le permite a la persona trascender a su sufrimiento. El sufrimiento se compone de diversos aspectos: dolor físico, dolor emocional, conflicto psiquiátrico, dolor espiritual y desesperanza.

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El trastorno de pánico se caracteriza por la presentación espontánea de crisis de angustia, definidas como episodios de miedo intenso o displacer, junto con componentes vegetativos, como disnea, tinnitus, taquicardia, sudoración y parestesias, además de síntomas cognoscitivos, como sensación de miedo o de perder el control. La prevalencia mundial estimada del trastorno de pánico es de entre 1% y 3%.

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